Una expedición mendocina al Kilimanjaro
La experiencia de ascender una de las Seven Summits de un guía mendocino y su cliente.
Por: Pablo Goldengruss. Tierra Explora Expediciones

A mediados de 2015 recibo un whatsapp que decía “vamos al Kilimanjaro”. “Sí, de una” respondo yo; “dale, esta tarde hablamos”, me pone Valentín. Bueno, un cliente, ahora amigo, que había llevado al Aconcagua. “Quiero hacer las Seven Summits ¿te pinta?”. El sueño de cualquier montañista o guía.

Pasaron un par de meses hasta que lo llamo y le digo “Valen mirá que para entrar a Tanzania te piden un par de vacunas ¿qué hago, me las doy?” Y me responde con risas: “yo te diría que sí”. Es un hecho, nos vamos. Pero los pasajes se hacen rogar hasta que 15 días antes se materializan.

En octubre entonces, una vez en Tanzania nos dirigimos al hotel, ansiosos de entrar al Kili al otro día. Breve entrevista con el guía (el Parque Nacional te obliga a contratarlos), ultimamos detalles y todo listo.

Fueron 44 horas de vuelo pero la intriga nos pudo y salimos a recorrer Arusha, damos un par de vueltas y a dormir. Nos espera el Kili.

Nos pasa a buscar Paul, nuestro guía, y nos vamos al Parque, trámites de rutina y ya está todo ok para empezar. Increíble, estamos caminando en medio de un gran bosque, humedad, calor,  hermosas flores y de regalo monos. Acostumbrados a la aridez mendocina es todo fantástico. Los porters nos pasan casi constantemente con muchísima carga y todos cargando con la frente, envuelven las mochilas en una bolsa con una larga correa para poder engancharla.

Portes, campamenteros, cocineros y cuanto más, son hombres polifuncionales. Al llegar al primer campamento todo está listo, nos esperan con frutas y algo para beber. Es una jornada inmejorable, ya estamos instalados en el Campo 1 del Kilimanjaro.

Al otro día, temprano, desayunamos, cargamos nuestra comida -pequeñas y livianas mochilas-, los portes nos llevaban todo; ahora sí a caminar. Los porters son un flujo incesante durante las primeras tres horas, no dejaron de pasarnos  teniendo en cuenta que nosotros solo éramos dos y  nos acompañaban siete personas. Se podrán imaginar la cantidad que eran si había más o menos 250 clientes.

Así transcurren los días. Elegimos la ruta Machame, por suerte, ésta hace una semicircunvalación del Kilimanjaro, por lo que el paisaje y la vegetación día a día nos deslumbran. Hasta que finalmente llegamos a nuestro último campamento, nos registramos, hidratamos, comemos algo, hacemos un poco de sociales con vecinos y guardaparques, y ya es hora de dormir, mañana nos espera un glorioso día, el día de cumbre!

(Próxima entrega: Cumbre en el Kilimanjaro)

DEBUG
Notas relacionadas:
AOLAOLAOLAOL