¿Por qué no el Aconcagua en invierno?
Sólo apta para profesionales y expertos.
Por: Jorge Federico Gómez

El ascenso invernal es una práctica hoy por hoy presente en casi todas las montañas más altas y concurridas del mundo, como una experiencia deportiva extrema sólo apta para profesionales y expertos.

Varias de las célebres SevenSummits, las cumbres más altas de cada uno de los continentes, de altísima exigencia como el McKinley(o Denali) en Alaska, o el Everest en Asia, han sido vencidas en invierno por escaladores de elite. La excepción a esta intrépida práctica está hecha por algunos 8 miles del Karakorum, las montañas más frías del mundo, aunque ya hay intentos en desarrollo.

No se trata de una práctica habitual ni de un producto de aventura para cualquier persona, sino para un grupo reducido de deportistas de alto rendimiento que, además del condimento técnico y físico requerido, buscan en sus expediciones invernales el sabor especial de la más absoluta soledad, de la aventura al extremo.

En nuestro Aconcagua, cima más alta de América y del mundo entero fuera del Himalaya, sin embargo la práctica del andinismo invernal no está fomentada ni favorecida pese a que las condiciones son aún mejores y más favorables que en otras montañas extremas.

La práctica del ascenso invernal al Aconcagua es perfectamente viable y así lo certifican algunos eximios andinistas como Horacio Cunietti, quien en el invierno de 2003 hizo cumbre junto a Juan Benegas, y al año siguiente con un grupo de Brasil que buscaban aclimatación para el Everest en post monzón.En 2005 Cunietti volvió a subir el Aconcagua en invierno junto a su mujer Popi Spagnuoli.

Son varios los factores que seducen a expertos escaladores a buscar altas cumbres en la estación fría. La fascinación de surcar un mundo conocido en un entorno diametralmente distinto al del lapso comercial del verano. En invierno el andinista está solo, absolutamente solo y debe valerse por sus propios y exclusivos medios. En Aconcagua o en cualquier gran montaña del mundo, encotramos la búsqueda inherente a la naturaleza humana de buscar el desafío permanente, de superar sus propios límites.

Pensar desde Mendoza una propuesta para nuestro Aconcagua en invierno es, entendemos, interesante. Existe en el mundo un mercado dispuesto a venir fuera de temporada, como lo hace en otros picos similares en otras latitudes, con el valor agregado de que la aproximación a Aconcagua es comparativamente muy favorable respecto de por ejemplo otras SevenSummits: A menos de 200 km de distancia de una gran ciudad como Mendoza, con acceso al Parque por ruta internacional asfaltada y hasta con una línea de ómnibus local en la puerta. Esas condiciones no se dan en ningún lugar del mundo.

Esta posibilidad podría además generar trabajo local para mucha gente que participa en la logística, y que actualmente sólo puede ejercer durante 3 o 4 meses al año.

Actualmente los requerimientos para afrontar la cumbre en invierno son bien complejas: consentimiento de una comisión evaluadora compuesta por asociaciones de guías, patrulla de rescate, guardaparques y médicos, quienes si dan acuerdo se extiende el permiso. El trámite es sumamente burocrático, y a esto se suma que el monto de dinero de seguro para eventuales rescates es francamente exorbitante y desalentador. Obstáculos que ponemos a una montaña conocida en el mundo entero que genera mucho interés en subirla en cualquier estación.

Aconcagua en invierno es factible y viable, y quizás sea hora de abrir el debate. La marca Aconcagua tiene una fortaleza tan impresionante dentro del mundo del andinismo y el turismo aventura que da pena que la actividad sólo se ciña al verano. Un debate al respecto puede resultar muy fructífero.

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