“Andrei, I'm not feeling good. I'm going down”
Eran las 03:41 AM en Cólera y desde hacía dos horas prendía y apagaba la linterna para fijarme cuánto avanzaban las agujas del reloj.
Por: Martín Drabble

Eran las 03:41 AM en Cólera y desde hacía dos horas prendía y apagaba la linterna para fijarme cuánto avanzaban las agujas del reloj. En un minuto iba a sonar la alarma e impaciente por arrancar desperté a Mircea y Andrei, dos rumanos que me habían invitado a subir con ellos.

Salimos rápido y en menos de una hora ya no podía ver a nadie adelante.

Piedras Blancas, Independencia, Travesía del Viento, y la escalada se ponía cada vez más seria.

Llegué a La Cueva, el último lugar de descanso, a trescientos metros verticales de la cumbre, y me asusté. Ya no podía mantener mi propio ritmo ni bajar mis pulsaciones. Andrei me pasó, y le dije que me volvía. No hubo charla ni explicación porque, a esa altura, sabíamos que en última instancia estábamos solos.

Cinco, diez, veinte metros para abajo. Frené. Una frase me frenó. “It is our light, not our darkness that most frightens us”. (Es nuestra luz, no nuestra oscuridad lo que más nos asusta)

Di media vuelta. Miré hacia la cumbre y respiré profundo intentando absorber todo el aire posible, y me dije en voz alta “Martín, vas a ir hasta el fondo. Tres pasos y cinco respiraciones”.

Levantaba una pierna, apoyaba el crampón y cada vez que traccionaba el gemelo me avisaba que se venía un calambre.

Después de una hora era un paso y diez respiraciones, pero la roca final se veía más cerca y eso motivaba.

De repente dolor. Desde hacía unas cinco horas que por el frío no tenía sensibilidad en los dedos, pero ahora dolían. Me dolían mucho y como nadie podía escucharme gritaba enojado. Me acomodé los guantes, también los mitones, frené unos minutos para calentarme las manos con la campera de pluma.

Para arriba, Mircea se veía cada vez más cerca y el sol por fin se asomaba por encima de la cumbre y calentaba.

Últimos pasos exigentes y con los ojos medio cerrados por el cansancio llegué. No había más nada que escalar y se sentía raro caminar en terreno plano.

Abracé a Andrei. Primera lágrima. Abracé a Mircea. Caminé un poco mareado hacia la cruz y la toqué. Me senté al lado. Me preparé para lo que había esperado por tanto tiempo y me dejé llorar.

Instagram: @martindrabble

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